domingo, 30 de octubre de 2011

Confusiones lógicas

Yo:"¿Has visto Blade Runner?"
La chica que va de acá para allá: "Claro".
Yo: ¿Sí? No tenía ni idea".
La chica que va de acá para allá: Por supuesto. Es la del negro ese que caza alienígenas, ¿no?"

Yo: ...ehm".

SOLUCIÓN:
Blade runner, pincha aquí.

La del negro ese que caza alienígenas, pincha aquí.

lunes, 24 de octubre de 2011

Rarezas

Mi bolsa de deporte huele a Golden Grahams. No sé si esto es bueno o malo, porque yo desayuno (o meriendo) Golden Grahams todos los días. Uno espera que su bolsa de deporte llena de prendas sudadas huela a vestuario, a rancio, a deporte y tal.

¿Quiere esto decir que los Golden Grahams saben a sudor?
Entonces, ¿por qué me gustan tanto?


viernes, 21 de octubre de 2011

Fermina y la consulta del médico

Decía anteriormente cuando hablé de un fatídico día que todo terminó de completarse cuando fui a ver a mi médica y me dijo que si podía evitar comer chocolate en cualquiera de sus formatos mucho mejor para mi delicado estómago (mi paladar está reuniendo unos colegas con bate de béisbol para ir a hablarle de delicadez al estómago). Sin embargo las razones de esta recomendación no son la causa de esta entrada.
En la sala de espera de mi centro de salud habitual había una mujer llamada Fermina que aquella mañana había terminado pronto de hacer sus quehaceres cotidianos. Como había terminado pronto esos quehaceres cotidianos y tenía turno en la consulta del médico pensó algo así como:

-"Me voy ya para el médico y así si alguien falla entro antes".

Eran las 10:45 am y Fermina tenía turno a las 13:18 de la tarde. Más de dos horas y media después.

Todo esto conllevó que Fermina estuviera ansiosa ante la posibilidad de que de repente todo el mundo fallara esa mañana en el médico y poder ella haber despachado la mañana antes de las 11:00 am. Es decir, que con una media de diez pacientes cada hora (seis minutos para cada paciente) antes de Fermina tenían turno cogido cerca de veinticinco pacientes. Veinticinco pacientes que tenían que fallar para que la buena de Fermina hubiera despachado todos los recados a la bendita hora de las 11:00 am. Desgraciadamente nada de eso ocurrió. Muy al contrario, no solo acudieron casi todos los pacientes (alguno si falló) sino que además la mañana en la consulta médica transcurrió con su retraso de treinta minutos de rigor La pobre Fermina en un intento inútil por terminar pronto su mañana mantenía este diálogo con todos los pacientes que arribaban a la sala de espera:

Fermina: -¿Tú vienes de urgencia?
Paciente: -No, no. Yo tengo turno.
Fermina: -¿Seguro? Mira que a mi me toca ahora.
Paciente: -Sí. Mire. Aquí estoy: Menganito Fulánez.
Fermina: -No sé, no sé. Hay mucho listo hoy en día. Una no se puede fiar.
Paciente: -Señora , ¿cómo se llama usted?
Fermina: -Fermina, como mi madre.
Paciente: -Pero...¡Si usted está la penúltima de la lista!

o este otro:

Fermina: -¿Tú vienes de urgencia?
Paciente 2: -No. Voy detrás de ese señor.
Fermina: ¿Cómo detrás de ese señor? ¡Si acabas de llegar!
Paciente 2: -Ya. Pero tengo turno desde hace una semana.
Fermina: No, si al final saldré de aquí casi a las dos de la tarde.
Paciente 2: Usted, señora, va después de esa mujer.
Fermina: -¿Detrás de la mora? ¿Pero a esos les dan turno?

Podemos asegurar que Fermina llegó a su casa antes de las dos de la tarde. Exactamente a la una y cincuenta y tres. Su marido le pregunto donde leches había estado toda la mañana. A lo que Fermina no dudó en responder:

-"En él médico, que hay gente con mucho morro que siempre se te intenta colar".

lunes, 17 de octubre de 2011

Los peores espaguetis de la historia

El jueves 13 de Octubre de 2011. El jueves pasado, vamos. El mismo día que mi padre cumplía 60 años para más señas. Ese, en principio, maravilloso día: soleado y lleno de actividades deportivas que me encantan (fútbol y más fútbol) se convirtió sin comerlo ni beberlo en el día de los peores espaguetis de la historia .

El día comenzó cuando acudí al banco a recoger el duplicado de la tarjeta de débito de mi entidad bancaria, la cual había extraviado otro maravilloso 24 de Septiembre. La empleada de banca, tan amable ella, había olvidado mandar la solicitud de duplicado. No pasa nada. Un error lo tiene cualquiera. Pero claro, podría enfadarme por las siete veces que alguna parte de mi cuerpo chocó contra una esquina, un marco o una pared. Pero bueno, ¿quién no ha llevado un día tonto? No voy a hablar de mis maravillosas actuaciones en los dos partidos de fútbol sala que jugué, no. Ni siquiera de las tres cervezas que acabaron sobre mi ( y no dentro de mi) en la fiesta hispánica que se celebró por la noche. Os voy a hablar de lo que más me jodió el día: los espaguetis.

-Eché pocos.
-Se me cayeron.
-Gasté todos los espaguetis.
-Se me quedó dura la nata.
-Se me quemó el bacon.
-Se me quedaron duros los espaguetis.
-No había pan.

Y para colmo, al día siguiente fui al médico y me recomendó que no comiera chocolate.

Lamentable. Realmente lamentable.

viernes, 14 de octubre de 2011

Gran Reserva: Oda a la patata (VIII)

Recupero aquí una entrada necesaria para que sepáis como actúa en mi la patata.
Vive mi chica con tres compañeras.
Son cuatro muchachas de gesto gracioso.
Ellas manchegas, la mía es de cerca,
me paso a verlas cuando estoy ocioso.

Vino el César a visitarme una mañana.
El sol pegaba fuerte y él exclamó:
"¡Qué calor en tierras murcianas!"
"Para calor el que hay mi tripa", alegué yo.

Fuimos a comer los tres juntos:
el César, mi chica y un servidor.
"Por favor, la patata al punto.
Que se pueda pinchar con tenedor".

Fue la sobremesa en casa de las chicas.
Chocolate en la nevera, café en la despensa,
la digestión hacíase en nuestras tripas.
A la patata envolvía una oscuridad intensa.

Llamaba insistente a mi puerta trasera.
Yo adelanté a la compañera más lozana,
que se dirigía a lavarse en la bañera.
¡Pobre! No se imaginaba la postrera atufada.

"¿Qué es ese aroma que por la puerta escapa?"
Al abrir yo la puerta, gritó horrorizada.
"Lo siento, no he podido evitar tamaña caca.
No es culpa mía. Ha sido la patata".

En el piso la risa y mofa se extendieron.
Mientras echaban ambientador en el baño,
yo me excusaba sin ningún remedio:
"Es la patata, que a la barriga me hace daño".

Aunque a mi colon no le sea barata
y mi predecesor sea Quevedo,
yo hago mi Oda a la patata,
que él ya se la hizo al pedo.

martes, 11 de octubre de 2011

En guardia

Un día te levantas y decides que tienes que centrarte en tu carrera universitaria. Ya está bien de dibujar monigotes en los márgenes de los apuntes-por muy simpáticos que queden- y perder el tiempo con las musarañas, esas amigas de los madresmías y los no me lo explico. Así que en un intento palpable y de cara a la sociedad -esto es: tu madre, tu padre y tu chica que va de acá para allá- de demostrar que mi decisión de dar un vuelco en mis estudios universitarios iba en serio decidí arriesgar con una medida contundente: desapuntarme de esgrima. Que es como cuando un club echa a Juan Manuel Lillo (en el fútbol la frase: "Juan Manuel Lillo no se come el turrón" es similar a la de "No hay rival pequeño", un tópico muy cierto) para demostrar que va en serio con eso de no querer descender de Primera División la Liga BBVA (¡Adelante!)

Por poner en antecedentes contaré que mi relación con la esgrima siempre fue de la mano de mi relación con la universidad. Comencé a dar mis primeros marchares y romperes en la Universidad de Alicante (la UA, o ¡UÁ!) allá por el prehistórico 2003, cuando era un imberbe amoldado a su tiempo y no resultaba un ser anacrónico y jurásico entre tanto estudiante de grado. Para cuando abandoné la UA (¡UÁ!) ya llevaba más de un año sin hacer esgrima. Como se puede observar lo de desapuntarme de esgrima para dar un vuelco a mi vida universitaria es algo tan recurrente como lo de echar al entrenador (concretamente a Juan Manuel Lillo) de turno por los malos resultados del equipo. Aunque en aquella ocasión no sirvió de mucho.
Cuando llegué a Murcia aguanté tres meses (tres meses que estuve metido en un gimnasio sacando lustre a mis músculos) hasta que fui a la sala de armas a apuntarme tras unos sueños premonitorios en los un yo vestido de blanco se convertía en un superyo tras derrotar con mi espada a numerosos espadachines con capa y sombrero. Entre murcianos espadistas (yo en Alicante hacía florete y tuve que adaptar mi muñeca a la espada) conseguí mi mejor posición en un torneo: sexto clasificado de casi cincuenta -cuarenta y ocho- participantes. Sí. Ya os podéis reir.

Hablaba al principio de esta entrada de la decisión que tomé estando ya en mi actual carrera universitaria de dejarme la esgrima durante un tiempo para poder centrarme. El resultado no fue tan nefasto como la primera vez que tomé esa opción y puedo hablar de un éxito académico a medias (que siempre es mejor que uno nulo) aunque, desgraciadamente, no gracias a mi carencia de actividad física con arma blanca. Por lo que un año después de mi decisión me arrepentí. Me arrepentí al ver las lorzillas que empezaban a adornar mi estilizado cuerpo y quise volver como un loco a la disciplina esgrimista que me había definido tanto tiempo. Pensé que Italia era un muy buen escenario para ello hasta que el director de la sala de armas italiana del lugar se puso en plan chuloplaya y alardeó de la colección de campeones olímpicos que ostentaba su club (para mi, desde ahora: EL club), que por cierto era el más antiguo de Italia y que para ir a recibir clases eran 180€ trimestrales ó 200€ -por ser yo, supongo- para tener derecho a mirar tirar los viernes durante nueve meses. Temblando me quedé, oiga. Así que mis lorzas tuvieron que ser combatidas a base de bici de paseo por ciudad llena de baches y partido de fútbol sala de cuatro horas con jugadores de todo el mundo.

En definitiva, y para concluir, quiero anunciar que he regresado al ruedo (bueno, a la pista) y por fin voy a poder calzarme esas mallas blancas en un contexto adecuado a ello y no como manifestación de no sé qué represiones según Freud. Y que recupero a mi profesor cubano ex-tirador de élite con sus maravillosos: "Josef, Josef, ¿qué tú 'haseh', chico? ¿qué tú está hasiendoh?", sus no menos maravillosos ejercicios rompe-piernas que me tienen baldado, sentado en el sofá Luis XV de mi piso y escribiendo este ejercicio de nostalgia deportiva. Porque la verdad creo que si puedo descargar mi furia a base de estoques seguramente me pueda centrar mejor en la carrera (pienso ir hasta en plena época de exámenes) y terminarla de una puta vez, que ya está bien hombre.

¿A que si?

lunes, 10 de octubre de 2011

Una fobia intrascendental, número 2

Que los voluntarios de la ONG que siempre hay a la puerta de unos grandes almacenes me enganchen y me realicen cuestionarios interminables. He perfeccionado mi "Lo siento, tengo prisa'' tanto que ya voy con prisas a todas partes para darle mayor credibilidad.

jueves, 6 de octubre de 2011

Jumillanismo de la semana nº ¿?

Aquí se supone que va un jumillanismo semanal de esos que le encanta soltar a La chica que va de acá para allá pero como últimamente no sé donde tengo la cabeza y donde me dejo las cosas se me ha olvidado cual.

Disculpen las molestias. Permanezcan atentos a la emisión.

lunes, 3 de octubre de 2011

Hispanicásfilos Club de Fútbol

Este miércoles próximo, 5 de Octubre, se reúne para jugar por primera vez el Hispanicásfilos* Club de Fútbol. La premisa de este equipo consiste en que lo forman los amantes habituales de las Hispánicas (grupo de estudiantes femeninas de Filología Hispánica de la promoción murciana de 2007) que tienen el derecho de pernada declarado ante la suegrería y un título oficial que permite soportar los continuos ataques de hispasteria (histeria propia de las Hispánicas) de sus chicas cuando se sienten afrentadas por las ininterrumpidas lecciones magistrales cargaditas de trabajos para casa.

Tenemos hasta un francés de origen argelino, como Zidane. La cosa no puede fallar.



(*) Hispanicásfilo: dicese del que ama** a una Hispánica.
Actualización (**): del que ama físicamente, claro.