Muchos de los que leen estas líneas y este blog me conocen bajo una atlética figura de jovenzuelo inquieto. No obstante miedo me daba venirme este año al país de la pasta y las pizzas después de como me puse el año pasado en España. Diversos factores, como la ausencia de esgrima en mi vida, la dieta rica en kebabs y hamburguesas argentinas sumados a un sofá cómodo donde echarme la siesta y mi decisión de probar a tener una melena indie acorde con mis gustos musicales hicieron que me pareciera al primo lejano de Sam Gamyi, fiel compañero de Frodo.
Sin embargo mis miedos para este curso no se han materializado. Resulta que la ciudad de las bicicletas tiene una curiosa red de calles con cuestas y baches que te hacen sentir que subes a los lagos de Covadonga en la vuelta a Asturias sin un mal chute de epo que llevarte a la sangre. Además La chica que va de acá para allá se encarga de una dieta rica en verduras, guisado, baja en grasas (aunque rica en chocolates y dulces). Pero lo mejor de todo es el fútbol. El calcio. Bueno, para ser más exactos: calcietto (fútbol sala o futbito). Hasta la llegada de las nieves allá por Diciembre no perdonábamos una semana de pegarle patadas al balón (calciare la palla). Después el frío nos dejó los músculos como témpanos. Ante la posibilidad de que se nos cayera una pierna lo dejamos correr hasta que vinieran nuevos tiempos.
Ahora que por fin ha llegado la primavera vuelven los días de calcio. Así que es momento de hacer repaso a tres de las jugadas más habituales en nuestros encuentros:
La viciosinha: Es aquella en la que uno mira a uno y otro lado, parece que va pasar el balón, pero no. Conduciéndolo con el exterior hace un caño y... el balón se va fuera.
La ruleta salmantina: Aquella en la que cierto muchacho intenta emular a Zidane, pisa el balón y se lo deja atrás y se choca contra el poste.
La cola de ratón: Similar a la famosa cola de vaca que le hiciera Romario a Alkorta. La diferencia radica en que el jugador entra en un bucle en el que no deja de dar vueltas, intentando que no le roben el balón. El resultado suele ser un mareo finalizado de forma perfecta con un costalazo contra el suelo.
Miedo tengo de volver a mi mundo de espadas y fintas y fondos.