La noche era cálida. O al menos no tan fría como en los últimos meses. Los tifosi ('hinchas') del AC Milan celebraban su decimoctavo título de la Serie A después de años de dominio del Inter.
Poco a poco la gente fue llegando a la plaza y se formaron corrillos de conversaciones. Tres personas aquí. Cuatro allá. El ambiente era distendido cuando apareció Él. La leyenda de casi nueve meses ya de Beca Erasmus, cuando casi todos habíamos asumido que nunca más volvería. Se acercó desde detrás con andares desgarbado, chulescos. Como si fuera el sheriff de una ciudad que le venera y le teme. Elegante a la par que castizo. Es entonces cuando entiendes que esa noche podía estar reservada solo para aquellos capaces de demostrar su planta en un terreno que les es ajeno. No todo el mundo puede desabrocharse el tercer botón de la camisa y presumir de pelo en el pecho en Italia, país de la moda, sin caer en el ridículo. No faltaba en la solapa de la americana, el eterno pin de oro de la Legión Española. Su Legión Española.
Fue como regresar a los años 50 y ver entrar en un tablao a Luis Miguel "Dominguín" en busca de una estrella de hollywood con la que complacer nuestras rutinarias vidas. Los cuchicheos iban y venían: "Es Él". "Ha regresado". Fueron las palabras más escuchadas. Algunos, vírgenes de su estampa, daban gracias al demiurgo por haberles concedido la oportunidad de verle antes de terminar su erasmus. Esa oportunidad no se podía desaprovechar. Había que hacerse una foto con Él. Dejar constancia de que estuvo allí.
Una vez conseguida la foto nos marcamos un segundo objetivo: su coche. Hacerse una foto en su coche es como hacerse una foto en el DeLorean de Regreso al futuro. Pero tal objetivo no se pudo alcanzar. Al campeón se le puede meter un gol, pero no ganar el partido; y hay cosas que son sagradas. Cosas para las que hace falta tener carné especial. En esas estábamos cuando de repente, sin más, desapareció. Se esfumó ¿Realmente había estado allí? Era probable que si. No obstante decidió que por esa noche, ese mes, ese trimestre ya nos había regalado bastante su presencia. Porque los hombres como Él, leyendas vivas son así. No sabes de donde vienen ni cuando vienen. Y jamás sabrás cuando se van ni, por supuesto, a donde se van. Eso alimenta su leyenda. Su aura mística.
Crecen rumores acerca de que en realidad no es un estudiante erasmus, sino un espíritu errante que ayuda en un momento dado a aquellos estudiantes erasmus que necesitan ayuda. Otros rumores, más malintencionados, especulan con la posibilidad de que su residencia habitual sea el manicomio local. De carácter inofensivo de vez en cuando le dan permiso para salir durante el fin de semana para que pueda tomar el aire. Así llevaría años presentándose ante las colonias erasmus contando su particular historia. La que un día, quien sabe, pudo ser cierta.
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