miércoles, 17 de abril de 2013

Poggio Rusco guys: Madrid 2013 (epílogo)

Conversación destacada del día: 

De vuelta de fiesta el domingo, pasadas las seis de la mañana nos encontramos en el metro numerosas personas. Entre ellas una chica rubia de pie, apoyada en una de las barras del metro; dos chavales bastante capullos sentados que no dejan de gritarle cosas; un señor de mediana edad y nosotros.

Capullo nº1: -¡Rubiaaaa! ¡Eh, rubiaaa!
Capullo nº 2: -¡Quién fuera barra, rubiaaaa!
Capullo nº1: -¡Rubiaaaa! ¡Rubiaaaa!
Capullo nº2: -¡Ayy, rubiaaaa, ayy!

Bueno , y así un buen rato, hasta que entra en escena el señor de mediana edad dirigiéndose a los dos capullos)

Señor: -A ver si nos vamos callando y dejamos a la chica en paz, tonto la polla.
Capullo nº1: -¡Ehhh! ¡Eehhh! A mi no me insultes. Un poco de respeto ¡RESPETO!
Señor: -Ten tú respeto que no estás demostrando nada.
Capullo nº2: -A ver si nos vamos a levantar y soltamos unas cuantas hostias.

(Víctor interviene)

Víctor: -Nos vamos callando ya ¿no? Ya está bien de molestar a la chica.

(Y aquí no acabó la cosa. Duró unos cuantos minutos más. Pero yo entonces tenía sueño y no presté mucha más atención. Y ahora tengo hambre y voy a hacerme la comida.)

FIN.



martes, 16 de abril de 2013

Poggio Rusco guys: Madrid 2013 (Parte 2)

Cansados del ajetreo del día anterior, nos levantamos la mañana del sábado con bastante tranquilidad. Nada más amanecer Javi se había marchado porque tenía ensayo con su coro. O eso decía él, porque nos mandó fotos de la macro comida que se metió entre pecho y espalda. Víctor, Germán y yo, por nuestra parte, quedamos en ir a comer al KFC con un amigo de Germán que trabaja en la embajada de Corea. Se nos sentó al lado un asiático. Bueno, se sentó al lado de Víctor, y todavía no tengo claro si le interesaba nuestra conversación sobre comercio internacional o quería pedirle patatuelas a Víctor, porque en una de esas nos giramos y casi tenía la cabeza (que no era pequeña, todo hay que decirlo) en el cubo de pollo frito que nos habíamos pedido para los cuatro. Cuando por fin se marchó casi la lía parda con las sillas, las mesas, nuestras chaquetas, su chaqueta, el carrito de bebé de una familia que se sentaba a su otro lado. Si yo fuera el encargado del KFC le hubiera tomado la matrícula para sentarlo en un sitio preferente la próxima vez, pero bien solito.
Con el pollo frito dando vueltas por nuestro sistema digestivo cumplimos el deseo de Germán de ir al Jardín Real Botánico, situado en el paseo del Prado. Hay que decir que fue una visita altamente instructiva, guiada por Germán y secundada por su amigo, quienes aún recordaban muchas de las cosas que aprendieron en clase de botánica. Aprendí que la flor de todas las plantas leguminosas tienen forma de nave, con su vela mayor, y su mascarón de proa; que del tejo (un árbol al parecer muy escaso en España porque todos los ejemplares se encuentran en el jardín botánico de Madrid) se extraen anti-cancerígenos y que en el jardín botánico cuando no saben que nombre ponerle a una planta la llaman Camellia Japonica y santas pascuas. Terminada la visita nos fuimos a tomar una cerveza al tiempo que acompañamos al amigo de Germán a comprar unos pasteles para un evento social que tenía esa noche. En algún momento que yo me perdí debieron hablar entre ellos de ver la zona (in)noble de Madrid. Pasamos por la calle Génova, donde se emplaza Minas Morgul, o lo que es lo mismo: la sede del PP. Víctor se hizo una foto haciéndole una peineta y yo pegué un mocarro en la pared. Poco más pudimos hacer en favor de una revolución, pues había como veinte policías nacionales y dos furgonas aparcadas en la entrada.  Seguimos subiendo calles, hasta que Germán comenzó quejarse de que el cuerpo le pedía una cerveza. Pero el primer bar en el que paramos le pareció que el agua de cebada estaría a precio putas, y continuamos en busca de un bar decente. Finalmente cerca de la parada de metro de Iglesia encontramos uno a 3 euros la caña doble (que en ese bar es una caña normal), así que no quiero pensar cuan caro nos habría costado en el anterior bar. Tras hacer un repaso por las discotecas, pubs y afters que podíamos visitar esa noche nos despedimos de Vidal, el amigo de Germán y continuamos nuestro camino para casa. Bajamos en Ventas cargados de cena y suministro para esa noche. Cenamos mientras veíamos un reality-show de la MTV que trataba de como un tío había estado cuatro años chateando con una mujer que se supone que era transexual. El tío le había mandado a ella fotos de su primo que estaba más bueno y le había dicho que se llamaba de otra forma. Finalmente contacta con el programa porque quiere conocerla y decirle la verdad. Antes de todo eso se arma de valor y le confiesa a su mejor amigo que le pone mucho una mujer con la que lleva chateando cuatro años y a la que le es fiel desde entonces y que tiene la pequeña particularidad de que antes era un hombre. Finalmente cuando la conoce resulta que ella ha sido mujer desde que nació. Entonces él comienza a perder el interés porque lo que le daba morbo es que fuera medio hombre y medio mujer porque en realidad es bisexual y así tiene dos en uno. No me enteré como acababa el programa porque Germán, asqueado por ese tipo de programas nos cambió a Los Simpsons.
Cenados y duchados llegó Javi. A eso de la 01.30h cogimos el metro en Manuel Becerra y nos bajamos en Noviciado. Víctor y yo teníamos tantas ganas de mear que decidimos hacerlo en el primer portal. A mitad de la micción oí como alguien con voz autoritaria abroncaba a Víctor y a otro chaval ajeno a nosotros y me instaba a que dejara de mear. Resulta que estábamos regando el Ministerio de Justicia. Y yo vale, porque soy un simple licenciado en Historia del Arte muerto de hambre, pero ya le vale a Víctor, letrado que estudia para ser juez. El Guardia Civil nos preguntó si es que no había bares y yo entendía que si veníamos de bares y claro yo le contestaba negativamente y el se encendía más. Hasta que por fin entendí lo que decía y tuve que darle la razón. Porque claro, estamos en España y otra cosa no, pero bares hay para dar y vender. Precisamente un tío mío tiene uno, así que cómo no va a haber bares. Pues claro que hay. Dos minutos después el Guardia Civil nos dejó marchar.
La noche continuó con Javi haciéndonos dar vueltas por Malasaña sin decidirse por ningún bar. Ya eran casi las 3 cuando nos fuimos a otra zona cuyo nombre no recuerdo. Y nos pusimos en un bar que resultó que era de ambiente. Y esto Javi tenía que saberlo porque nos dejó y se marchó sin decir nada. Al final entramos en un local donde nos cobraban 10 EURAZOS con 1 copa. Víctor y yo lo dimos todo. Germán un poco menos. Y Javi creo que se estaba muriendo, porque solo había cenado un potito, había bebido mucho y se le estaba juntando todo con el hipo, me parece. Porque apenas hablaba.
En fin, regresamos a las 6 y pico a casa de Germán dormirla, que solo me quedaban dos horas para levantarme rumbo a casa.

Conversación destacada del segundo día:

Volviendo de nuestro paseo de tarde por las zonas (in)nobles de Madrid, Víctor y Germán se fijaron en el metro en una muchacha de pelo oscuro y ojos claros. Nada más abrirse las puertas del metro la chica salió corriendo a una velocidad inusitada. Todo esto a Germán le inspiró unos versos poéticos:

Germán: -El amor es como un vagón de metro.
Víctor: -Qué poético, Germán.
Josef: -En cuanto ha podido, esa chica ha huido de vosotros.
Germán: -Estoy pensando en mandarle un mensaje a ella con ese verso.
Josef: -Sí. Y que te responda: "¿Qué dices de metro?" Como Javi ayer.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE.


domingo, 14 de abril de 2013

Poggio Rusco guys: Madrid 2013 (Parte 1)

Cuando volví de mi estancia Erasmus en Ferrara, tenía un sentimiento encontrado. Por una parte deseaba regresar a casa. Disfrutar de un verano de no hacer nada, ya que por primera vez en casi una década no tenía que estudiar para septiembre. Por otro lado, la sensación de nostalgia, que me ha sobrevenido en varias ocasiones desde aquel julio de 2011, por una época que tenía claro que echaría de menos. Echaría de menos el paisaje italiano. Donde cualquier pequeño pueblo es patrimonio de la humanidad, con minúscula y puede llegar a ser considerado Patrimonio de la Humanidad, con mayúscula, por la UNESCO, como le ocurría a mi añorada Ferrara (debo ser de los pocos que todavía no ha regresado). Echaría de menos ir de una punta a otra de la ciudad en bicicleta. Quedar para jugar un partidito de fútbol sala. Echaría de menos coger cualquier tren y conocer Ravena, Venecia, Padua, Mantua o Verona, por ejemplo. Echaría de menos vivir con La chica que va de acá para allá, aunque volveremos a vivir juntos. Y sobre todo echaría de menos a la gente. Porque las ciudades me sobrevivirán. Porque con La chica que va a de acá para allá, afortunadamente voy a poder compartir muchísimas mañanas de despertarnos juntos. Porque al fin y al cabo hoy en día las ciudades tienden a tener servicio de bicicletas para moverse. Pero la gente. Bueno, la gente no siempre está ahí. Conoces a muchas personas y con algunas llegas a intimar más y realmente se les echa de menos. 
No voy a entrar a valorar a quien echo de menos más a menudo. Aunque me viene a la cabeza alguna persona que me lo preguntaría insistentemente, claro. Pero después de que Víctor y Germán vinieran a verme el fin de semana del mes de mayo del año pasado, no había vuelto a coincidir con nadie del año en Ferrara, salvo de pasada. Así que desde finales del verano estábamos intentando quedar para reunirnos nuevamente y reverdecer viejas conversaciones pendientes. Primero intentamos vernos para la feria de Salamanca. No pudo ser. Después intentamos vernos para la feria de Albacete, no pude ser. Uno a uno, fueron pasando los puentes de otoño sin posibilidad de vernos. Compromisos familiares o falta de dinero nos lo impedían. Y así, hasta que terminada la Semana Santa llegó la oportunidad de vernos en Madrid. Nosotros tres y Javi, que estudia arquitectura en la capital. Cuatro mejor que tres. Destacando la aparición especial de Alberto y señora, que estaban en la ciudad eligiendo destino para sus respectivas residencias en la sanidad española.

Este viaje fue inaugurado a golpe de pinta de cerveza a un euro. A tan solo veinticinco pasos del Congreso de los Diputados. Aunque primeramente el punto de reunión fue la zona de llegadas de Atocha Renfe, donde un doble de Víctor, más regordete que él, fue recibido con los honores reservados para el verdadero Víctor. Decía, pues que iniciamos un cerveceo terracil importante. Y que conviene recordar que tras el cerveceo, a Javi le entró hipo y no se le fue en todo el día. Fuimos a comer al Burger King McDonalds. A la hora de la siesta las cervezas iban haciendo su efecto (nos movimos entre el litro y medio y los dos litros de agua de cebada por barba) y fue justo cuando decidimos que era el mejor momento para ver el Museo Nacional del Prado. Donde pude hacer servir, por fin, mi condición de desempleado y entré gratis a la pinacoteca. Recuerdo que cuando vi el Descenso de la Cruz de Van der Weyden se me emborronaba un pelín la vista. Pero solo un pelín, ejem. A Víctor, a Javi y Germán, amantísimos del arte, les gustó la visita. Destacan especialmente a tres asiáticas que fueron persiguiendo de sala en sala, sin al parecer los resultados esperados. Mientras tanto, yo mentalmente intentaba hacer valer mi licenciatura en Historia del Arte y recordar las lecciones aprendidas sobre los cuadros vistos. Mi conclusión es que bebí demasiada cerveza.
Tras recorrernos el Prado fuimos al piso de la familia de Germán. Cuartel general de operaciones establecido. Situado en la periferia del barrio Salamanca (curiosamente Germán es oriundo de la misma ciudad de Salamanca), al lado de Las Ventas, ese matadero, digo esa plaza de toros tan famosa. Víctor y yo buscamos como locos sendas sucursales de nuestros respectivos bancos. Las encontramos. Las encontramos cuando ya habíamos sacado dinero en otro lado y nos habían clavado una comisión generosa por nuestra parte. Compramos la cena y para hacernos bocadillos porque días antes (en realidad solo un día antes) habíamos comprado entradas para el Real Madrid-Maccabi Electra de los cuartos de final de la Euroliga de baloncesto. Vimos el partido superbien, por las pantallas. Germán me pide que destaque la actuación de las cheerleaders. Que le pusieron el cuerpo rumbero y no dejó de bailar al ritmo de tan magnas coreografías en cada tiempo muerto. Víctor dice que recuerde que vio pasar a Helen Lindes, la novia de Rudy Fernández. Este hecho hizo plantearse a Germán su vida y por qué cojones él no sale con una que fuera Miss España. "Demasiado guapo", le oí concluir al cabo de unos minutos. Tras el partido nos fuimos a cenar. Tras cenar nos pusimos con el debate del estado de la nación. Que fue tan intenso que decidieron, decidimos quedarnos en casa y no salir de fiesta. Germán puso de fondo porno mal doblado. 

Lo tuvimos que quitar porque nos distraía de la conversación.

Conversación destacada del primer día:
Germán: -Javi, ¿vamos al Buda?
Javi: (mirada perdida al frente, ojos vidriosos, hipo insistente)
Germán: ¡Javi! ¡Qué si vamos al Buda!
Javi: (volviendo la cara hacía Germán, agobiado por el hipo, como si no le conociera) ¿Qué Buda? ¿Qué dices? 

Germán siguió a lo suyo, que eran las cheerleaders y Javi murió por hipo mientras seguía preguntándose que era eso del 'Buda'. Durante unas horas al menos.

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

PD: Personalmente doy las gracias a Guillermo y familia por ofrecerme su habitual hospitalidad y acogerme la tarde del jueves. La próxima vez que vaya os dedicaré toda mi estancia como merece. besos y abrazos.