Nieve, mucha nieve. Y aún así Varsovia no espera a que el tiempo amaine. No se alimenta de ese encanto/desencanto de ciudad fronteriza sin una identidad clara. No. El encanto de Varsovia radica en el alto concepto que tiene de si misma: ciudad de reyes barbados y pétreos. Capital de un país que busca difuminar el acero y hormigón soviético del pasado. Se alza imponente el ilustrado esplendor de su ópera, de su teatro nacional y de su universidad. Porque cultura nunca le ha faltado. Depositaria de una dignidad que se debate entre el antiguo letrero de metal pintado y el moderno neón resplandeciente. Lo que fue y lo que quiere ser. Caerá la sirena, como caeremos todos algún día, pero será blandiendo su espada al viento.
Siempre invicta
1 comentario:
Ni siquiera yo, varsoviano, la hubiera calificado mejor. Gracias por la entrada. Felicidades.
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