miércoles, 30 de noviembre de 2011

San Eloy: la previa

En menos de veinticuatro horas ya habrá dado comienzo la práctica especial de San Eloy (me dice un amigo de medicina, que ya quisiera él que sus prácticas fuesen así). Podríamos decir muchas cosas pero hay una que me tiene angustiado. Atemorizado incluso. Según el artífice de todos estos festejos y conferencias San Eloy no solo tiene por misión darle al buril contra la plata:

"San Eloy nos pone retozones. Ya sabéis... juguetones".

Digo yo, que debería llevar cuidado el santo este a que se dedica. Como se enteren en el vaticano, con las ganas que tienen de canonizar, le quitan la corona de santo y se la dan a cualquier buen vecino que se llame Eloy.

Avisado está.

domingo, 27 de noviembre de 2011

San Eloy

¿PARA QUÉ SIRVE?
Para conseguir tres créditos de Libre Configuración bajo pago de treinta euros.
Para perder entre diez y quince minutos en clase de Artes decorativas y suntuarias mientras el profesor comenta las novedades del curso y la fiesta.
Para dar envidia a los alumnos de las demás carreras que no entienden a que viene semejante despilfarro.


PERO, ¿EN QUÉ CONSISTE?
Son una serie de conferencias sobre platería que culminan con una 'práctica' rememorando el antiguo gremio de plateros.
Son una serie de conferencias sobre platería que culminan con una 'práctica' rememorando el antiguo gremio de plateros. Después se hace una comida a la que se invitan a peces gordos.
Son una serie de conferencias sobre platería que culminan con una 'práctica' rememorando el antiguo gremio de plateros. Después se hace una comida a la que se invitan peces gordos y se hace alarde de opulencia.
Son una serie de conferencias sobre platería que culminan con una 'práctica' rememorando el antiguo gremio de plateros. Después se hace una comida a la que se invitan peces gordos y se hace alarde de opulencia. Más tarde hay un fiestón para que quinto de carrera se saque un dinero con el que irse de viaje.


¿QUIÉN ASISTE?
Los alumnos de la carrera de Historia del Arte de la Universidad de Murcia que hayan pagado el menú.
Los profesores de la carrera de Historia del Arte de la Universidad de Murcia, pero no sé si estos pagan el menú.
Los peces gordos que los profesores de la carrera de Historia del Arte de la Universidad de Murcia crean oportuno invitar.

Y estos me da que no pagan el menú.

viernes, 25 de noviembre de 2011

La chica que va de acá para allá, poupurrí

-"Yo tengo dos dimensiones: espacio y tiempo".

-"Las tres armas de la esgrima son: florete, espada y...cuchillo".

-"Soy capaz de comprarme una vaca y amamantarla yo".

-"Los seres vivos nacen, mueren y se reproducen".

-"Cariño, empieza tú y luego ya te sigo yo".

-"Olía tan mal que me daba asco a mi misma".


viernes, 18 de noviembre de 2011

Fan de la Pandilla Cotilla

Es la primera vez desde que estudio en esta ciudad que he cambiado de barrio donde vivir. No me he ido a la zona burguesa, tranquilos. Al contrario, me he trasladado a la zona de los pubs. Hay tantas tascas a porrillo; tabernas como churros, pubs por doquier y, lo que me parece un fenómeno más digno de analizar, locales de diseño que se inauguran y se cierran como quien se lava los dientes cada día. Un año sin venir por estos lares y habían cerrado o cambiado de nombre hasta quince locales. Todos eran supermolones, con luces de neon. Con líneas modernas; con mobiliario de diseño. Esos que un taburete te sirve igual para sentarte que para batir un huevo (¿?).

En este barrio hay muchos grafitis. Los hay de tres tipos: reivindicativo, inteligible y artístico. No todos igual de currados, claro. No obstante hay una serie de grafitis a los que me he aficionado. No sé quienes serán los artífices. Ni siquiera si son de ahora o llevan cinco años y yo no los había visto nunca. Pero siempre que me muevo por las calles de mi barrio estoy ojo avizor por si descubro uno nuevo. De momento he encontrado siete. Siempre se trata de una frase firmada por un pseudónimo que hace referencia a un colectivo: Pandilla Cotilla. La frase como es lógico tiene un punto chismoso bastante gracioso. Ciertamente no sé cual es el fin último de esta serie de grafitis, pero a mi me tienen enganchado y me parecen una sátira bastante acertada. Los he buscado y hecho fotografías para que pudieráis verlo. Damas y caballeros, con todos ustedes, Pandilla Cotilla:









martes, 15 de noviembre de 2011

Yo y las leyes de la Física

Mi madre celebró el pasado puente de Todos los Santos su cumpleaños. A tan magno evento asistieron, madre, padre, Mirmana, cuñado, tíos, primos y como no La chica que va de acá para allá. El menú consistió en una saludable parrillada donde había más grasa que en un taller. Para chuparse los dedos, oiga.
Metidos en barrena y con los dedos ocupados entre longanizas y morcillas surgió a la luz un tema bastante recurrente en mi familia: recordar las locuras que hice en mi alocada niñez. Entre esos hechos por los que ningún jurado justo me condenaría siempre destacan lo malo que era para comer y las tretas que usaba para no comerme la comida: saltar por la ventana de la galería de mi casa para depositar los restos en la basura, tirar el vaso de leche por el patio de luces por las noches (antes de cumplir los siete años yo creía firmemente que el patio de luces era similar a un pozo sin fondo) o, sin ir más lejos, cerrar el gaznate y hacer huelga de hambre. Tales actos de rebeldía eran sagazmente reprimidos, cual revolución decimonónica española, con dos sopapos contundentes.

No todo fue rebeldía en mi niñez. Aceptaba de buen grado mi trabajo por horas de recadero familiar: comprar el pan, ir a la verdulería (que lo odiaba porque la verdulera siempre me gastaba bromas) o al supermercado. Entre estas tareas gustosamente accedía a llevarle a mi abuela el pan o el tupper con el cocido de turno que mi madre le había apartado del que había hecho para casa. Fue por entonces cuando me aficioné a las leyes de la Física y descubrí la Fuerza centrífuga mediante la cual si daba vueltas muy rápidamente a la bolsa en la que llevaba el cocido este no se caía. No obstante, descubrí otra ley de la naturaleza. Más concretamente de la naturaleza humana. La cual demuestra que los pioneros y los innovadores no suelen ser bien recibidos por la sociedad. Mi abuela, que a su edad pocas ganas tendría de saber quien era esa Física (cuyos padres no conocía, y si no conocía a sus padres poco bueno se podría decir de ella) intentaba desalentarme en mis experimentos científicos al grito de:

"¡Demonio de crío! ¿Pos no viene dándole vueltas a la bolsa dende su casa por tol camino? ¡Deja de darle vueltas al cocío que me lo vas a volcaaar!".


Si es que... siempre fui un incomprendido.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Elogio de una década

Yo no sé dónde acabaré en la vida. Igual acabo mis días en la vieja casa de campo donde mi padre creció y vivió, recogiendo la almendra cada verano. Desde que sale el sol hasta el mediodía. O puede que en vez de eso acabe trabajando en algo creativo que me motive los días pares y me tenga hastiado los impares. Qué sé yo. Solo sé que el futuro es algo que no sabría predecir.
Así que como no me gusta hablar de futuro, hablo del pasado. Siempre recuerdo el pasado. Quizá por eso las dos carreras que he estudiado en la universidad hayan sido Historia (no se me sulfuren los historiadores, que esta no la terminé) e Historia del Arte. Porque me gusta tener en cuenta el pasado. Lo repaso, lo analizo, lo filtro y lo recuerdo. Saber qué hicimos para prever que haríamos. Mi amigo Huevosduros, a quien hoy llamaré por su nombre de verdad, es conocedor de esa faceta tan mía. No en vano siempre me recuerda lo pesado que me pongo con esa coletilla para contar historias que tengo: "Yo, cuando estaba en los scouts...". Aunque sé que en el fondo esto es algo que le parece entrañable y no le molesta.
Decía que hoy le llamaré por su nombre de verdad, qué es Aitor, porque hoy lo voy a homenajear aquí. A él y a los últimos diez años de mi vida. Los últimos diez años que han sido los diez años que cumple nuestra amistad. Puede estar tranquilo, no hablaré del archiconocido momento en el que él se dio a conocer con su chándal del Atleti (el que bajó a segunda) y su pelo amarillo huevo, puesto que ese día no fue exactamente en el que comenzó nuestra amistad. Por entonces íbamos a aulas distintas. Fue en el bachillerato, meses después, donde todo empezó a cuajarse. Pero esta historia no la voy a relatar haciendo un repaso a las anécdotas más jugosas de la década. Eso podría hacerlo con una historia cualquiera. Y esta no es, para mi, una historia cualquiera.
Aitor, en los últimos diez años es seguramente la persona ajena a mi familia con la que he mantenido una relación más estrecha (si obviamos a La chica que va de acá para allá) y eso debe significar algo. Pero no crean, lo interesante de todo este asunto es que después de tanto tiempo hemos vivido las suficientes absurdeces de la vida uno al lado del otro como para saber que podemos vivir el uno sin el otro. Porque realmente, en el día a día, mi querido amigo y yo no nos vemos. Podemos estar una semana sin vernos. A veces incluso un mes. ¡Que narices! Hemos demostrado saber estar un año sin vernos. Y mírenos, celebrando la década, como unos tontos enamorados.
Es curioso pero a mi lo que más me gusta de ser amigo de Aitor no es lo que nos decimos (pese a estas parrafadas sentimentaloides que estoy soltando) si no lo que sabemos el uno del otro. Porque sabemos hasta donde llegamos cada uno y sabemos cuanto se le puede pedir al otro. Él y yo nos hemos enfadado más de una vez. Como en toda relación que se precie, siempre hay cosas que nos joden. A veces es demasiado cuadriculado. Aunque supongo que lo es demasiado en los momentos en los que yo lo soy poco. Afortunadamente tenemos una relación abierta. Nos permitimos tener otros amigos. Salir con otras personas. Eso ayuda a entender lo difícil que es encontrar un buen amigo. Y más aún, un amigo que esté convencido de que te vas a comer el mundo.

Aunque sea a base de recoger almendra los veranos desde que sale el sol hasta el mediodía.


martes, 8 de noviembre de 2011

Gente rara por la ciudad: el acalorao

Inauguro esta nueva sección con un tipo de mi facultad que siempre me ha llamado la atención. Un tipo, cuyo nombre desconozco, y cuya principal característica es que se le ve a la legua que es más raro que un perro verde. Y vosotros preguntaréis "¿Por qué es tan raro, Josef?" y yo os responderé: "Porque lo digo yo. Y punto".

No obstante para que veáis que me muestro magnánimo cual Emperador de Poggio Rusco os daré tres razones por las que considero que es raro:

1. El tipo va en bermudas, chancletas y camiseta de manga corta en Invierno. Vale que Murcia no es Estocolmo. Pero coño, ponte al menos una rebequica para el relente ese que se te mete en los huesos por las mañanas.

2. Anda(ba) raruno. Como si solo quisiera pisar las baldosas amarillas, como danzando. Quién sabe si en su cabeza veía a su lado a un espantapájaros, un hombre de hojalata y un león.

y 3. Su pelo. Hace poco lo he visto y se lo ha cortado. Como lleva gafas me recuerda un poco a Harry Potter. Pero antes de irme de Erasmus lucía una melena ochentera, pero nada 'cool'.


La próxima entrega: El cojo en bicicleta

viernes, 4 de noviembre de 2011

Una fobia intrascendental, número 3

Dormir en una litera superior, moverme mientras duermo y escoñarme contra el suelo. Siempre acabo pegado a la pared como si fuera una lagartija.