martes, 26 de junio de 2012

De dragones

A principios del curso que ha terminado tenía por objetivo aprobar doce asignaturas para finiquitar la carrera y ponerme a otra cosa, mariposa, que ya estaba bien. 
Ha sido un curso duro. No porque haya pasado nada demasiado trascendental, no. Si no porque he necesitado tener un nivel de concentración que jamás en la vida he sido capaz de conseguir.  Ni cuando estaba en el colegio (¡ja!), ni cuando estaba en el instituto (¡ja!, ¡ja!), ni en los anteriores ocho años universitarios que he vivido (¡ja!, ¡ja! y ¡ja!). Y dice La chica que va de acá para allá, y me temo que tiene razón, que si en esos ocho años (al menos, los cinco últimos) hubiera estado concentrado como lo he estado este año no me habría hecho falta estar este año tan concentrado y me habría ahorrado muchos Septiembres. Y no digo yo que no. Pero en lo que La chica que va de acá para allá no cae es que si cambio algo de lo ocurrido en esos últimos ocho años, sobre todo de los últimos cinco no estaría donde estoy ahora. No me habría ido de Erasmus un año con ella y puede que ni la hubiera conocido (imagínense que hubiera aprobado las correspondientes asignaturas de la carrera de Historia que empecé....-música de Psicosis-).

El caso es que he aquí que me veo a las puertas de la guarida del dragón. Después de tantas vueltas. Después de haber sido capaz de superar mil y un obstáculos. Después de tantos años, tanta gente que ha pasado por mi vida. Solo me queda un dragón de tres cabezas para poder llamarme licenciado. Y me cuesta creerlo. Imaginarlo. Porque cuando consiga matar a ese dragón habré finiquitado el asunto, el problema, la 'cosa', mas difícil a la que nunca yo me he enfrentado. Y sé que si hubiera estado más concentrado habría sido más fácil. Pero prometo que no he sido capaz de estar más concentrado hasta este año. Porque en esta carrera, dejando el asunto académico de lado, he sido feliz. En Murcia, de la que recogí ayer mis cosas he sido muy feliz, que cojones.  Y siendo feliz es difícil concentrarse en las obligaciones, si no son estas las que te hacen feliz. Y este año he tenido que dejar de lado ser feliz para poder terminar algo que debía terminar.
Pero afrontando el asunto académico no he sido feliz. La terrible realidad es que yo no valgo para estudiar. Y esa losa ha pesado demasiadas veces y me ha atemorizado otras tantas. Y ahora que casi he terminado no he podido evitar llorar. Llorar por el esfuerzo gastado. Por la rabia contenida. Llorar porque llego al final. Llorar por las personas que se han dejado mucho para que yo llegue aquí. Llorar porque no hay nada mejor que superarse a uno mismo. Y luego reír. Reír por las victorias pasadas y la que está por llegar. Reír por lo bien que nos lo hemos pasado. Reír porque de esta experiencia de vida (pese a lo que una profesora italiana se piense que es la Universidad) he aprendido cosas vitales, he conocido gente que anida en mi como personajes de la mejor novela que me haya leído. Reír porque tengo un sitio al que regresar.

Reír porque no tengo miedo. Con la que está cayendo y yo no tengo miedo. Y no va a ser fácil, pero no tengo miedo. Y habrá quien me diga "deberías tener miedo pues hay más dragones fuera". Pero hoy no. 
Y me da igual lo que vaya a ocurrir a partir de ahora. Al final habrá un dragón con el que no pueda. Uno con demasiadas cabezas, que se regeneren cada vez que las cortes.

Pero hoy no tengo miedo.

jueves, 21 de junio de 2012

La IX se gradúa

Un asunto que trataré más adelante (no, no he abandonado el blog pese a la falta de entradas desde hace no sé cuando) será sobre mi persona en el ámbito universitario. No obstante, creo que hoy es un buen momento para hacer un esbozo sobre cierto tipo de comportamiento habitual en mi y ponerlo en contraste con un conocido caso totalmente contrario.

En un imaginativo bestiario sobre los tipos de estudiantes que abundan en la universidad, que se alejara de los estereotipos, podríamos hablar del 'estudiante nómada'. Especie a la que sé que pertenezco ya desde hace unos cuantos años y a la que le he ido tomando cariño. Con sus pros y sus contras. El 'estudiante nómada' es aquel que deambula por los pasillos del aulario de turno de aula en aula. Recorriendo cursos de forma vertical y en sentido aleatorio. Por definición el 'estudiante nómada' no es un estudiante modelo. Ello causa todas las circunstancias que lo perfilan: batiburrillo de asignaturas de diferentes cursos que le impiden tomar asiento fijo en una sola aula rodeado durante el año de los mismos compañeros. Una característica fija habitual del 'estudiante nómada' es que por lo común se trata de alguien solitario. Ojo, no malinterpreten, pues no uso el término solitario de una forma negativa. Muy al contrario, en este contexto el adjetivo adquiere toda su objetividad y neutralidad posibles para pasar a ser un rasgo sin mayor o menor importancia. 

Es aquí donde quiero entrar a comparar al nombrado 'estudiante nómada' con el 'estudiante gregario'. Y quiero aclarar que realizo este ejercicio comparativo con el único afán de homenajear humildemente al grupo de 'estudiantes gregarios' que mejor conozco, aunque no los conozca del todo bien. Sirva, pues, esta loa prosaica para rendirme a los pies de La chica que va de acá para allá y de toda su clase en el día que se gradúan para pasar a la posteridad. La IX promoción de Filología Hispánica de la Universidad de Murcia es una pequeña clase donde, a diferencia de mi, han pasado los cinco años de carrera juntos. Han aprendido juntos, han aprobado juntos, han festejado juntos, han llorado juntos, han reído juntos, han discutido juntos y han votado juntos algunas de las propuestas más absurdas de la historia de la Universidad de Murcia. Es tiempo de rendirles tributo por su excelente trayectoria como manada estudiantil que llega a buen puerto. 

Personalmente siempre me costará entender el nivel de ansiedad que alcanzan antes de un examen cuando hay pocas noticias sobre suspensos. Me costará entender sus pedantes chistes de filólogos o la sobrevalorada opinión que tienen sobre el ingenio de sus camisetas de Fiestas de Letras en las que recurren al siempre manido truco, de nuevo, de chiste para filólogos. Pero después de tantas cenas, cervezas, y visitas entre clases, a medio camino de la siguiente aula, a sus sedentarios aposentos servidor que nunca fue de lágrima fácil (o eso creía) ha acabado por cogerles cariño.

¡Felicidades, hispánicos! Ya estais en el grupo de licenciados inservibles para los intereses del gobierno. Como queríais.




¡Y viva Historia del Arte!