miércoles, 26 de septiembre de 2012

La Guerra (que ha terminado)

Una de las cosas que siempre se enseña en los libros de Historia es que cuando estalló la Primera Guerra Mundial los países combatientes tenían la plena convicción de que los soldados regresarían a casa victoriosos a tiempo para la cena de Navidad. Pues esta historia que os voy a contar tiene algo en común. Cuando pisé una universidad por primera vez para estudiar creí que en cinco años sería licenciado.

Y no fue así.

Decidí matricularme en la Licenciatura de Historia por la Universidad de Alicante en octubre de 2003. Ese verano David Beckham había fichado por el Real Madrid, que era campeón de liga, y a Vicente del Bosque no le renovaron el contrato por falta de glamour. Quien no vea las señales es porque no quiere. Además de todo esto, yo me había pasado el verano estudiando en la academia (de 9.00 de la mañana a 14.00 de la tarde) para aprobar Latín y Lengua de 2º de Bachillerato en septiembre (modalidad de Humanidades) y la PAU, en la que la única asignatura que suspendí fue Historia del Arte, tras considerar los profesores que me corrigieron que mi disertación sobre Francisco de Goya, su vida, su arte y la conexión entre ambas facetas no era, ni de lejos, correcta. Yo no sé si el Universo es casual o causal. Pero si sé que es un cachondo de narices.
Asistí mis primeros meses a la Universidad virgen. Ya me afeitaba y apenas tenía acné. Y si me pusiera a pensarlo ahora no sabría decir si salí al mundo o me metí en un tunel. Supongo que, como todo, pueden haber distintos enfoques y diversas respuestas, contradictorias entre sí. El caso es que la cosa no terminó de arrancar. Con el horario por la tarde, me pasaba las mañanas navegando por internet y volviéndome adicto a un CD de doscientos juegos de la NEO-GEO que me había grabado mi primo. En diciembre me apunté a esgrima y descubrí el placer de marchar hacía delante y romper hacía atrás con un florete en las manos. Algunos recuerdos de la Universidad de Alicante son muy buenos, hay que reconocerlo. Pero terminó ese primer curso y solo había aprobado cuatro asignaturas de diez (una de ellas en septiembre de 2004). El Real Madrid se descalabró en la final de la Copa del Rey, se descalabró en la Liga (perdió los últimos cinco o seis partidos), y se descalabró en Champions League, perdiendo contra el Monaco que lideraba un despechado Fernando Morientes. El siguiente curso, mientras el Madrid 'Galáctico' se atascaba yo no conseguía aprobar nada. Además me estrellaba como un tonto en lo que yo pensaba que era el amor y no lo era. Por lo menos ya no era virgen y alguna alegría me había llevado. El tercer curso, y para quien haya perdido la cuenta vamos ya por el 2005/2006, solo aprobé una asignatura. Eso sí, conseguí mantener una relación fuera de verano y más de un cuatrimestre con alguien de mi mismo municipio. Poco a poco la cosa despegaba. Falso. Llegó Mayo y con Florentino Pérez dimitiendo y el Madrid 'Galáctico' naufragando, lo que yo volvía a creer amor, nuevamente no lo era y se acabó. Y yo decidí acabar con esa carrera. Y decidí cambiar de aires. Decidí trasladarme a Murcia a estudiar Historia del Arte.

En Historia del Arte consigo aprobar en un solo curso más asignaturas que en tres años en Historia. Sigo a vueltas con el amor. Pero algo cambia. El Real Madrid gana de forma épica la liga 2006/2007 y y eso me huele a que por fin la mala suerte empieza a escasear. El segundo curso tiene doble lectura. O doble vertiente. Caída a los infiernos y salida del pozo, todo en uno. Además, de nuevo el Madrid gana la liga y el Barça le hace el pasillo. Llevo dos cursos y tengo aprobado el 66% de lo que me había matriculado. Lejos de la perfección. Pero todavía más lejos del sótano académico al que me había acostumbrado. Sube la moral. Lleno mis apuntes de dibujos. Me libro de vampiros emocionales, me meto en la comisión de fiestas de la Facultad de Letras, desparramo, soy el rey del mundo y... conozco a La chica que va de acá para allá, y no me vais a creer. Pero durante un segundo el mundo se paró. 
Durante el tercer curso en Historia del Arte, 2008/2009,  igual que, según Zapatero, pasaba con España entré en desaceleración. Me resguardaba más y le dediqué más tiempo a estudiar pero no pude evitar suspender medio curso. Y una duda creció en mi interior: "¿debería haber estudiado Bellas Artes?" Esa duda me va a seguir hasta el final. Tanto es así que de repente comencé una contrarreloj por terminar y dedicarme a dibujar. Tomé la decisión de no matricularme en cuarto y dedicarme a aprobar las asignaturas sueltas que me habían ido quedando por ahí. Nace el concepto de Estudiante Nómada. Atravieso cursos de forma vertical y no permanezco en ningún aula. No hago piña con compañeros. Los pasillos acogen mis pasos de una clase a otra. Y cada vez,  deseo más escapar y dedicarme a dibujar. En esas llega el año de beca Erasmus. Que me permite conocer bien el norte de Italia y sacarme fácilmente todo cuarto. Y llega quinto, curso 2011/2012. Y con él me reto a mi mismo a aprobar 78 (setenta y ocho) créditos para, después de nueve años, salir por fin de la universidad. La universidad se ha convertido en una cárcel. En algo que no era para mí. Pesan los cursos. Los fracasos. La sensación de tiempo perdido. El deseo de querer dedicarme solo a dibujar. Y me dispongo como nunca a entrar a clase. A estudiar casi cada tarde. A echarle todas las horas que pueda. A no pensar en otra cosa. Y apruebo nueve asignaturas al final de junio de 2012. Y me preparo las tres que me quedan a conciencia durante el verano. Y solo consigo aprobar dos. Me queda una con un cuatro. Voy a hablar con el profesor. Sin ánimo de súplica. Con ánimo de ver donde he fallado. Y me vuelvo a retar y me digo: "Casi lo has conseguido. No está mal once de doce. En enero la aprobarás con sobresaliente".  Y...


Y una semana después abro el campus virtual para imprimir el recibo de matrícula (de esa sola asignatura) para pagarlo en el banco. Y tengo una nota del profesor diciéndome que se lo ha pensado mejor y que cree que es justo aprobarme y que mi aprobado está subido en el acta. Y entonces yo me digo: "pero...estaba dispuesto a aprobarla bien. Estaba dispuesto a clavar el examen, el trabajo, lo que fuera". Pero a la vez comprendo que he salido de mi cárcel. Que soy libre y que la libertad es dura, y extensa y salvaje. Pero es libertad y me he demostrado a mi mismo que soy capaz de enfrentarme a cosas que no se me dan bien y tener la disciplina de intentarlo. Y ahora solo quiero dedicar mi tiempo a conseguir lo que quiero. Aunque cueste. Aunque el camino no sea recto. Porque hace tiempo que sé que es lo que quiero y tengo toda la vida para conseguirlo y que por fin. Por fin, por fin...

la guerra ha terminado.












PD: Mi licenciatura está dedicada a cuatro personas;
A mis padres, que han creído en mi y la han financiado contra viento y marea. 
A Mirmana, por estar siempre al otro lado del teléfono, aunque fueran las doce de la noche y ella tuviera que levantarse al día siguiente a las siete de la mañana. ¡O a las seis!
A La chica que va de acá para allá, porque desde el principio se ha tomado mi carrera como si le fuera la vida en ello y me ha apoyado, me ha consolado y me ha reñido solo para que yo apruebe.








sábado, 22 de septiembre de 2012

El resumen de septiembre

No ha podido ser. Después de pasarme el verano estudiando el balance de los exámenes es negativo. No muy negativo, pero sí negativo. Por decirlo en términos futboleros, en los tres encuentros -exámenes- disputados, he cosechado una victoria, un empate y una derrota. Así que no me queda más remedio que finiquitar en enero/febrero de 2013 lo que no he sido capaz de terminar en septiembre de 2012. Esto es como la medalla de plata en una final de deporte de equipo en los JJOO. Con el tiempo sabrá bien, pues he conseguido superar 72 créditos de los 78 que me matriculé hace exactamente un año. Pero ha sido un año difícil, donde me he dejado todo y donde ha quedado patente que yo no estoy hecho para estudiar una carrera universitaria. Pero aunque todas las personas que si estén hechas para estudiar una carrera universitaria, incluso aquellas que no lo estén y piensen que no se debe estudiar una carrera universitaria porque sí, solo he decirles que a veces uno tiene que demostrarse cosas y ese ha sido mi caso. 
En el saco bueno he recogido algo que no esperaba. Y es reconciliarme con la Historia del Arte. Los primeros años empecé muy a gusto y con ganas de aprender. Pero sucedió que todo acabó degenerando en una carrera por superar créditos a una velocidad que me impedía ver el paisaje. Quizá se deba a mi nomadismo como estudiante. Esa soledad que implica esa condición de estudiante nómada te acaba convirtiendo en un superviviente que malvive y no disfruta. Eso no es bueno. Somos animales sociales y necesitamos intercambiar conocimientos para no sentirnos solos. Al menos es lo que me ha ocurrido a mi. Es bueno terminar algo con un buen sabor de boca, aunque no sea excesivo. He terminado conociendo gente que tiene verdadero interés por esta disciplina y que transmiten unas ganas de enseñar la y conocerla mejor que no se puede soportar. A ellos me quiero arrimar, para no perder el contacto con algo que ha formado parte de mi vida más de seis años.

Hasta el momento eso es todo. Contaré más novedades en los próximos días.

sábado, 1 de septiembre de 2012

"He aquí que aquí veo"


Me vais a permitir dos cosas. La primera es la alusión del título a ese fragmento de los poemas odínicos (según he leído en internet) que se cita un par de veces en la película ‘El guerrero nº13’, que no pasará a la historia del cine pero es un notable entretenimiento palomitero de sábado por la tarde. Para los pocos que no la hayáis visto baste deciros que los protagonistas del filme recitan ese fragmento siempre antes de entrar en batalla y en él describen como familiares y antepasados fijan sus ojos en ellos, guerreros vikingos, y en si muestran la valentía necesaria para ganarse el derecho a descansar eternamente en Valhalla el paraíso heavy. Digo, el paraíso vikingo. La segunda concesión que quiero que me permitáis es la de ponerme melancólico por (pen)última vez.
La culpa no es del poema en cuestión. La culpa es de haberlo recordado estos días. Estos días en los que estoy de humor alterable. Tan pronto eufórico como enfadado. Tan pronto ilusionado como agobiado. De repente bien y enseguida mal. “¿Te ha venido la menstruación?” Diréis algunos. No pero casi: estoy de exámenes. Y el problema no es que sea un período más de exámenes. El problema es que probablemente sea el último período de exámenes. Y no es que me entristezca no asistir a más exámenes universitarios. Todo lo contrario. El problema es que estoy deseando aprobarlos de una vez y hacer un corte de mangas al salir del aula. Ha sido tanto mi empeño en esta deseo que llevo desde el 19 de julio (¡19 de Julio!) estudiando. A mi manera claro. Que es bastante constante pero irregular al mismo tiempo. Todos los días, sí, pero con ese desorden crónico que convive conmigo cuando La Chica Que Va de Acá Para Allá anda lejos. Y lo que ocurre, creo yo, es que nunca me había empeñado tanto en terminar algo y eso me produce hasta taquicardias. Y hace que ande por el pasillo de mi casa como si viviera en el siglo XIX y yo me acabara de enamorar de una muchacha socialmente inaccesible para mí.
Así que sí. Tengo ganas de aprobar y decir: “¡Universidad, que te den!”. Lo que ocurre es que ese corte de mangas conlleva algo más. Y todo por el simple hecho de no ser de Murcia. Y es ahora cuando describo mi melancolía. Yo vine a Murcia en 2006 a enderezarme. A dejarme de hostias y convertirme en adulto. A no andar trabado con asuntos de adolescentes cuando ya pasaba los veinte. A ponerme las pilas y prepararme para el futuro. Y creo que lo he conseguido, medianamente (fiel a mi estilo), pero eso ha significado recoger un bagaje por el camino que incluyen seis años, mucha gente y situaciones de todos los colores. Vamos, que me da pena, penita, pena, irme de Murcia. Me da pena porque La Chica Que Va De Acá Para Allá se queda aquí y a mi me gustaría quedarme con ella. Y aunque nos vayamos a ver en cada hueco libre que tengamos y todo esto sea provisional, pues se hace duro no comer con ella cada día y dormir juntos cada dos. Pena porque una vez más siento que cierro una época mil veces contada. En la que he definido lo que soy. No lo que veis vosotros, sino lo que soy yo. Lo que proyecto cuando me veo en el espejo. Llevo todo el verano saliendo a correr por mi pueblo y es terriblemente pequeño. No hay callejuelas. No hay bares. No hay bazares de chinos. Si hay kebabs, de eso no me puedo quejar. Aunque apenas vaya a comer a ellos. Lo único divertido será cuando salga a correr este invierno pasadas las once, con todo el pueblo desierto, para mi. Recordando las mil y una veces que he andado por Murcia con las calles recogidas.
No obstante, prometo que será la (pen)última vez que hablaré de la nostalgia que me produce dejar Murcia. Es el momento de prepararme para la batalla final.


El Guerrero nº13