domingo, 19 de febrero de 2012

En el país de las cajas de zapatos

Hoy he descubierto que mi madre tiene un problema. Es adicta a las cajas de zapatos.

Esta historia comienza, como tantas otras, con un recuerdo: en el piso de mis padres donde viví dieciocho años hasta que nos mudamos teníamos un pequeño cuarto de baño. Este espacio era conocido popularmente en mi casa como aseo pequeño. No obstante solo dos elementos le otorgaban la categoría de aseo: un lavabo con espejo y un wáter con cisterna de cadenita. Por no tener no tenía ni azulejos. Ni siquiera agua caliente. Lo qué si tenía (y a mi siempre me llamó la atención) era una estantería metálica. De esas que se montan como un mecano en la que mis padres (aunque para ser justos debería especificar en mi madre) guardaban sobre todo cajas de zapatos. Montones de cajas de zapatos. Desde el suelo hasta el estante más alto las cajas de zapatos de diferentes tamaños y colores copaban toda la vista que uno tenía en frente mientras daba cuenta de las funciones del aparato digestivo.

Hace dos años, cuando cumplí 26 (joder, que vértigo) La chica que va de acá para allá me regaló entre otras cosas un par de zapatos veraniegos escogidos por mi. El pasado año quedaron inéditos debido a nuestra estancia en Italia y desde entonces les he perdido la pista. Tras confesarle a ella que no sé por donde para su regalo he decidido (por voluntad propia, ejem) buscarlos. No están debajo de la cama. No están debajo de la cama de mi hermana. No están en mi armario, ni en el armario de mi hermana. Así que probablemente estén en el trastero. Un trastero adornado con estanterías de metal montadas a base de tuercas y tornillos que guardan montones de cajas de zapatos. Desde el suelo hasta el estante más alto las cajas de zapatos de diferentes tamaños y colores copan la vista que uno tiene enfrente.

Mi madre tiene un problema. Y creo que es serio.

1 comentario:

Racla dijo...

Y me creía que mi problema era un hobbie de colección como los minerales...
Soy adicta, a los papeles de regalo, todos los regalos que he tenido siempre me he guardado el papel de regalo, pero mi madre, que no quiere que tenga el Síndrome de Diogenes, me los tira, y yo me cabreo diciendo: - Si este papel es super potis, ¿Por quéeeeeeeeeee?.

Mi madre calla, y observa mi madre que mi locura puede ser muy pronta, y ya está buscando en páginas amarillas, el próximo sanatorio.

Besicos:).