miércoles, 2 de marzo de 2011

Xavi Metralla: biografía no autorizada

"Cuando uno ve el mundo como una gran novela es fácil distinguir en él a todo tipo de personajes". Escritor anónimo.


Una de las ventajas de estar de beca Erasmus en Italia es la cantidad de gente que conoces. De todas partes de España y de Europa. Con sus historias, sus anécdotas y su manera de ver el mundo. Compartes opiniones, asimilas nuevos puntos de vista y al mismo tiempo te aficionas a una cierta multi-culturalidad. En este contexto es donde surge la verdadera personalidad de cada uno. Servidor que siempre ha pecado de tímido observador del entorno que le rodea gusta de definir a cada persona como si fuera un Terminator T-800 en busca de ropa dentro de un bar de motoristas en cualquier rincón de Los Ángeles.
Fue a las pocas semanas de llegar a Italia que irrumpió en esta pequeña ciudad del medio norte una excelsa figura de la piel de toro. Vestía normal. Aunque ahora mismo yo diría que vestía de incógnito. Sin embargo no pasaba desapercibido. De cabellos claros, estatura por encima de la media, complexión ágil y mirada felina (casi de lince estrábico). Había revoloteado al personal con su llegada. No tuvo problemas con los de Ryanair. No se gastó dinero en autobuses ni trenes. No tuvo que ponerse tres chaquetas y cuatro jerseys para poder pasar por la puerta de embarque. ¿Por qué? Porque él vino en coche desde España. Desde el sur oriental de España, para ser más exactos sin ser del todo precisos. "Me sale más barato". Cierto, te sale más barato si descontamos la gasolina, el peaje español, el peaje francés (¡uy el peaje francés...!) y el peaje italiano. "Y dos o tres multas". Sí. Y dos o tres multas. Carne de Forocoches, superviviente nato en los avatares de la vida aprovechó el desconcierto que causó su hazaña (la de mamarse él solo dos días de viaje -unas 30 horas al volante- desde España. Cruzando dos importantes sistemas montañosos. Haciendo noche sobre sus asientos reclinables en cualquier rincón del sur de Francia y decidiendo al levantarse que aún le quedaban ganas de continuar) para alojarse en casa de algún incauto e ingenuo erasmus español. Antes de eso tuvo que solventárselas con un nórdico en su Seat Toledo Sport 2000 1.9 TDI de 110 cv. Cosa baladí para alguien como él. Ex-legionario. Veterano (de corazón) de El Perejil. Pero, decíamos, que consiguió alojamiento durante algunos días en casa de alguien con el corazón demasiado grande o el sentido común demasiado pequeño. Hablando con estas personas que le acogieron hemos podido saber que gusta de la música bakalao, hardcore o metralla (según sus palabras textuales y de ahí su sobrenombre) y de bailarla en calzoncillos sobre la cama a altas horas de la madrugada. También de chatear con alguna despistada gachí por la red. Cuidado mujeres. No sabéis quien puede estar al otro lado de la pantalla.
Afirman, quienes compartieron una cerveza con él, que era de carácter incoherente. Por la tarde afirmaba ser abstemio y por la noche se pillaba la mayor de las borracheras. Prometía futuras noches de amistad y camaradería y de repente un día desapareció. Hay varias causas posibles: los ingenuos espabilaron y le dijeron que se buscara piso o decidió continuar su camino con su coche a sabe dios dónde. A partir de entonces pocas pistas ha dejado de su existencia. La historia se convirtió en rumor y el rumor en leyenda. Leyenda urbana. De todos los erasmus españoles pocos podían decir con seguridad que lo habían visto. Muchos no habían llegado a empaparse de su sabiduría popular (esa sabiduría que emana del que está hecho en la calle). Las noticias, seguramente falsas, se iban acumulando. Unos lo daban por desaparecido. Otros decían que había vuelto a España. Alguien comentó que su casero (parece ser que había encontrado piso) lo había echado y seguía buscando guarida. Hasta hace una semana es lo último que se ha sabido de él. Algunos propusieron la teoría de que estaba muerto. Que si pronunciabas su nombre tres veces a las tres de la mañana delante de un espejo a oscuras con tres velas se te aparecía detrás con su coche. Otro valiente (o kamikaze, depende) decidió llamarlo para preguntarle dónde se había metido. Todo apunta a que se ha ido a uno de esos viajes organizados para esquiar durante una semana en Los Alpes.

Todos fueron en autobús. Él fue con su coche: "Nunca se sabe cuando lo vas a necesitar".

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