jueves, 12 de mayo de 2011

Nostalgia

-"La vida es como un rosal: está llena de espinas y de vez en cuando encuentras una flor".
(Dijo mi abuelo a mi madre el día que se casó)

Mi abuelo era una persona optimista, como podéis comprobar. Yo más que optimista he sido siempre un vago. Tiendo a pensar que tendré tiempo de hacerlo todo más adelante, que ahora mismo no me apetece. Y así han ido transcurriendo los años. Demasié. Llevo tanto tiempo en la universidad que está a un paso de convertirse en mi etapa académica más larga. Más que el colegio incluso. Vaya barbaridad. Si en el colegio me tiré una eternidad. Cuando entré no sabía ni leer y cuando salí ya había aprendido hasta las tablas de multiplicar. Pero podemos decir que el colegio fue una experiencia positiva. Jugaba al fútbol y las niñas eran bobas. El mundo era fácil. Además comencé mi carrera en el mundo del espectáculo con la representación del musical de Grease en el papel protagonista de Danny Zuko. Todo un éxito de crítica y público. Después en el instituto me mezclaron en un batiburrillo de adolescentes hiperhormonados a ver que salía de allí. Me libré de las novatadas porque pasé desapercibido. Todo gracias a que aprendí las famosas técnicas ninjas de:

-La columna: siempre había algún cegato que se chocaba contra mí.
-La puerta: siempre había algún imbécil que me daba un empujón.
-La ventana super-limpia: las chicas nunca se fijaban en mi.

Maravilloso. Menos mal que me metí en el grupo de teatro y pude exorcizar todas mis vergüenzas. Salir semi-desnudo gritando frases de Eurípides delante de medio instituto es lo que tiene: un efecto de terapia. Que tiempos. Por entonces Zidane marcó un golazo en Glasgow ¿entendéis mi nostalgia ahora?
Después vino la universidad. Pasé de la ensalada al bufé libre. Allí cada uno iba a su puñetera bola. Heavys, pijos, punkis, empollones, abuelos y profesores. Me fui menos de fiesta que un franciscano en cuaresma. Y así me fue. No aprobé ni una. No estaba concentrado. Demasiada tensión y dispersión. De las técnicas amorosas que aprendí en aquellos primeros años se puede destacar la de 'pagafantas' aficionado. Al final tuve que emigrar a Murcia. A empezar de cero. Todo fue mucho mejor. Donde va a parar. Como salía tanto de fiesta aprobaba, algunas con sobresaliente incluso. Como ya no estaba tenso me concentraba. Solo me costó que me rompieran el corazón dos veces en seis meses. Una ganga. Y además el Madrid volvía a ganar ligas y España era campeona de Europa. No me podía quejar, la verdad.
Fue entonces cuando hizo acto de aparición La chica que va de acá para allá. A su rollo. Más despistada que un turista en el barrio chino de Barcelona. Ella ahora lo niega todo, pero no se fijó en mi cuando nos conocimos. Yo en ella sí. Pero para entonces decidí no mover ni un músculo. "Que me busquen a mi". Tardé poco en arrepentirme. En cuanto pude le colé mi número en su teléfono móvil. Y me llamó. Pero fue básicamente porque se equivocó de número. Pero me volvió a llamar. Aunque esa segunda vez fue porque olvidó bloquear el teclado, se pulsó la tecla de llamada sin querer en su bolso y como yo era la última persona a la que había llamado... La tercera vez me llamó a mi. A propósito. Sin casualidades. Sin equivocaciones. Me llamó a mi. Bueno, pero me llamó porque las quince primeras personas a las que había llamado no le habían cogido el teléfono, seguramente porque como estaban dentro de la discoteca no lo habían oído. Aunque a esas alturas del cuento yo ya había asumido aquella frase que me era tan familiar:

"La vida es como un rosal: está llena de espinas y de vez en cuando encuentras una flor".

Feliz cumpleaños, Josef.

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